viernes, 1 de mayo de 2015

A mi niño le duele la sonrisa.

Érase una vez un niño al que le dolía sonreír.
Le dolía dentro.
Veía que otros niños igual que él no podían sonreír, porque tenían que hacer cosas que los niños no deberían hacer. Veía niños haciendo lo que sus padres deberían hacer. Pero por una razón u otra, porque el mundo está un poco mal hecho (y parece que no quierenpueden arreglarlo), ellos también tenían que hacerlo.
Niños que por las mañanas, en vez de ir a la escuela a aprender números y letras, iban a la calle a aprender la ciudad, pedir con ojos grandes o coger cosas de otra gente sin tener pensado devolvérselas nunca.

A mi niño le dolía sonreír.
Creía que no merecía tener una sonrisa en la cara por tener privilegios sin ningún mérito.
Su madre se preocupaba, le besaba, le arropaba y le despertaba dulce por las mañanas. Me decía que su niño era un niño triste, y que eso la ponía triste a ella, y que a veces por las noches lloraba un poco. Yo la abrazaba y no decía nada, porque yo no sé que hacer con niños, y menos con niños sin sonrisa.

Un día el niño dejó de ser niño.
Se convirtió en joven.
Fue impresionante. Me dio hasta susto pensar que lo había tenido entre mis brazos tiempo atrás.
Y cierta tarde, me tomó de la mano y me dijo;
-He aprendido una cosa. No merece la pena estar avergonzado toda la vida, tener miedo de ser feliz porque otros no lo sean. Esa no es la solución. No me da vergüenza tener más medios que otros. Lo que me da vergüenza es que otros no los tengan. Ya se lo que voy a hacer de mayor. - me dijo, porque estaba en una edad que no le preguntaban más que por el futuro- Voy a dar a todos los niños y niñas la sonrisa que yo no pude tener. -

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