sábado, 8 de febrero de 2014

Creía que lo había visto todo,  y estaba tan equivocado.
Porque no me había fijado en su risa, en esa ridícula risa que le sale cuando se ríe de verdad. No me había fijado en sus uñas que no deja de morderse, en los ojos rojos, y en las ojeras. No me había fijado en la cara de seria que se le pone cuando va a decir algo importante. Reconoce que no sabe mucho de cine, ni de literatura ni de teatro. Pero le encanta, disfruta con cada película, con cada libro y con cada función. No me había fijado en que nunca se peina, porque se queda dormida por las mañanas y sale corriendo sin desayunar. No me había fijado en las cosas que dice, en las verdades que se atreve a decir, a gritos si hace falta. No me había fijado en que se marea cuando fuma, y se ríe de ella misma por ello. No me había fijado en el bigote que le deja la espuma de cerveza, con el que sigue hablando sin darse cuenta. En sus ideas de bombero, sus viajes largos, sus ganas de vivir. Su manía de enamorarse de los que la ignoran. Su manía de no darse cuenta de los muchos que desearían estar con ella. No me había fijado en lo exigente que es consigo misma, lo poco que le gusta la gente superficial y que no aguanta a ningún adulto desconocido. La importancia que le da a tener unos gustos, opiniones y creencias. A tener un poco de cultura, y sentido común. A apreciar el arte, aunque no seas un erudito o erudita. A querer aprender y tener una vida plena, a disfrutar de lo que haces. El miedo que le da aburrirse cuando crezca, y entre en ese lugar llamado mundo laboral. En la cara que pone cuando está atenta, y los ojos parecen más grandes, y ella tan pequeña.
No me había fijado en el mundo que tengo delante, y lo difícil que me va a ser conquistarlo.

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