sábado, 26 de julio de 2014

Conversaciones contigo III

Qué calor. Hoy no estoy escandalizada, no, nada de eso. Qué bien que hayas venido. Últimamente tengo vértigo. Vértigos. Ya sabes que no estoy bien. Mamá siempre decía que soy muy delicada. Que me pongo enferma con nada. Es que este calor me sienta fatal ¿sabes? Me mareo, me mareo muchísimo. La cabeza me da vueltas. Cuando me quiero dar cuenta ya ni siquiera estoy aquí. Ni siquiera sé donde estoy. Me recuerda a cuando vas en el metro en invierno. Sí, porque dentro es un horno, hace calor. Calor humano. Te estoy hablando del metro a hora punta, o por las paradas del centro. Como Tribunal. Como La Latina. En la Latina está el rastro ¿no? También hay un autobús, sí, te lleva desde el Price. Creo que es el circular. Qué risa con el circular. Una vez me equivoqué y lo cogí en el otro sentido. Un domingo de rastro, lo cogimos en la Puerta de Toledo. Ay. Sí, perdona. El metro en invierno. Total, que tienes calor dentro, te quitas en abrigo y todo. Y cuando sales te llega una ráfaga de viento helado, gélido como dicen en los libros. Se te corta la respiración. Y te mareas. Yo me mareo. Cuando pienso mucho también me mareo. Igual debería dejar de pensar ¿no crees? Me voy a hacer daño. Por cierto, te tengo dicho que no me llames por la noche. Sí, no te hagas la sueca. Ayer me llamaste tardísimo. Qué susto. Y qué risa. Oye, ¿y si traes algo de beber? Fresquito, sí. Pero nada de alcohol. Bueno, vale. Una cerveza, venga. ¿O tú eras más de sangría?

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