miércoles, 13 de agosto de 2014

Conversaciones contigo VII

Te he echado de menos. Mucho. Muchísimo. Pero en fin. En parte me lo gané yo ¿no? Quiero decir, es un poco mi culpa. ¿No vas a decir nada? Últimamente no como nada. Nada. Nada. Tampoco duermo. Si duermo tengo pesadillas. Sueño que te pasa algo. Algo malísimo. Y no te puedes salvar. Pero lo peor es que te pasa por mi culpa. Y entonces me despierto asustada. Y me tapo, y luego me quito la sábana. Corro a la cocina, intento beber agua, se me cae el vaso, se rompe. Hay muchos cristales por el suelo. Los piso y me corto. Porque voy descalza. Y me caigo al suelo, me duelen los pies, lloriqueo. Me siento triste. Me siento angustiada. Aguanto la respiración hasta que siento que me voy a desmayar. Me mareo. Me imagino que todo esto lo generas tú. Y me desespero. Pero no, lo genero yo. Yo. Sólo yo. Mi cabeza. Mis ideas. Creo que me perteneces. No, creo que dependes de mí. Creo que soy una madre y tú estás conectado a mí mediante el cordón umbilical. Que sólo somos uno. Que te he de proteger. ¿De qué? De mí. Es un caos. Creo que sigo viviendo en el romanticismo. En una novela. Todo es trágico y se desmorona. No lo aguanto. Y lo único que pasa es que no puedo estar sola. Escucha, creo que necesito ayuda. Ayúdame, llama a alguien. No voy a aguantar mucho aquí. ¿Tú también lo crees? ¿Me salvas? No, me salvo.

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