la noche nos arropaba,
nos besaba la frente y cantaba.
Érase que a veces
el sol nos bañaba las pestañas,
y los párpados y las cejas.
Érase que a veces
el agua quemaba y el fuego saciaba nuestra sed.
A veces, cuando éramos nosotros y no tú y yo,
parecía que el mundo nos quedaba
como dedal al dedo de la mas hábil de las costureras.
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